lunes, 14 de junio de 2010

ISRAEL y CUBA

Lo de Israel hace tiempo lastima mi estructura personal de lealtades.
Uno imagina que el dolor enseña, y que las persecuciones que sufrió ese pueblo lo habrían vuelto invulnerable a la tentación por los excesos que seducen desde todo poder. Pero persiste la infinita sorpresa que oculta la reacción de todo ser humano, y los que más sufrieron son incapaces de ocupar el lugar del sabio, del que más aprendió.
Defender a Israel era ocupar el lugar obligado para enfrentar la demencia y la degradación de sus perseguidores derrotados por el mundo de la libertad.
Y el mundo que defendió a Israel era aquel que decidía imponer la fortaleza moral sobre la militar, eso que hoy expresan sus victimas.
Ser antisemita implicaba ocupar el lugar del oprobio, ¿como no nos iba a lastimar entonces que los herederos de aquella noble causa tengan conductas parecidas al de su opresor.
Ahora son ellos los que abusan de la debilidad de sus vecinos, los que aparecen como la avanzada de una visión del occidente supuestamente superior ocupando el lugar del gendarme en medio de una cultura que busca su lugar en el mundo.
Duele y lastima, ahora ser antisemita implica a veces condenar atrocidades cometidas por el estado de Israel.
Porque no defendíamos un pueblo en especial sino el derecho a vivir con dignidad de una cultura perseguida en exceso. Como nos ayuda el talento y la sabiduría de Daniel Baremboin para poder darle distancia a la mirada.
Y entonces me vienen los recuerdos de Cuba, de esos sueños del mundo socialista que quedaron encerrados en una isla y un esquema, en un sectarismo y una falta de libertad que les sirve de excusa a demasiados de sus originales detractores.
Algunos festejan el fracaso, a otros nos duelen sus limitaciones.
Como explicar que para que exista la justicia no tiene que morir la libertad, que toda dictadura es nefasta para él genero humano y peor aun aquella que nació para hacer justicia.
Y la serie infinita de justificaciones que le sirven a los Castro para explicar el bloqueo del imperio y justificar las consecuencias y a Israel para denunciar las agresiones de los fanáticos y justificar la represión.
Como olvidar al comunismo y sus explicaciones infinitas, aquel muro que separaba un pueblo y el mundo entero festejo con su caída. En todos los casos siempre quedan los que aplauden todo, los que de tanto justificar a Stalin perdieron el derecho a despreciar a Hitler.
Los trazos gruesos pueden explicar una etapa, un momento necesario para definir una sociedad distinta. Pero cuando la supuesta excepción va tomando su oscuro lugar de regla las cosas ya no se pueden justificar y llego el momento de imponer sin escuchar.
El socialismo de Cuba y el destino de Israel fueron parte de los sueños de muchos, demasiados compañeros de ruta, miembros de mi generación.
Parecían entonces los lugares del mundo donde estaba por florecer lo nuevo, la muerte del egoísmo en manos de la solidaridad, las causas que le daban sentido a la vida.
Cuantos amigos despedimos en su nuevo rumbo de encontrar en Cuba el socialismo y la justicia o recuperar en Israel la patria que habían heredado con su sangre.
No estoy revelando el pesimismo ni diciendo que no es posible un mundo mejor, solo expresando lo que duele aceptar que el fracaso esta carente de excusas, que la soberbia de algunos salvadores del mundo se degrado en experiencias peores a las que intento salvar.