domingo, 9 de mayo de 2010

Estado y Privado

Alfonsin no pudo imponer el Estado a los grupos privados y sus aliados, los militares herederos del golpe.
Así, nos sorprendió la caída del muro con el gobierno más entreguista de la historia, que nos redujo a la sola decadencia. En eso consistió la política de Menem, quien pretendió superar esa crisis regalando el poder del Estado a los privados, en su mayoría extranjeros, destruyendo como nadie la estructura social más avanzada del continente.
Cavallo culmina la obra de Martínez de Hoz entregando patrimonio e incrementado la deuda: el viejo pensamiento liberal que ejecutó el genocidio con la dictadura completó el vaciamiento con una democracia sin objetivos.
La constante vocación colonial se expresó desesperada en sus últimos deseos de lo que ellos imaginaban como el glorioso país.
Es entonces cuando caemos en la crisis actual donde se advierte la ausencia de una burguesía industrial capaz de defender una idea de nación integrada y de una dirigencia dispuesta a pensar en un proyecto colectivo.
Entre la dictadura y Menem, lograron que las empresas extranjeras ocuparan mayor espacio que las nacionales. De esta miseria no pueden sacarnos los docentes de ética, se impone una visión de futuro.
Y en ese necesario espacio entre lo nacional y la distribución e integración social, el gobierno a veces ejecuta y otras está ausente, en tanto que la oposición ni siquiera suele darse por enterada.
Primero necesitamos un proyecto y luego alinear las instituciones y las virtudes detrás de él. Hoy no nos sirven ni la virulencia de las minorías que se creen revolucionarias ni la ética de los que buscan votos sin definir propuestas.
Surge entonces el gran interrogante: ¿quién esta más cerca de cambiar su destino? ¿Será el gobierno capaz de convocar a los adversarios o la oposición de forjar un proyecto nacional trascendente?
Somos muchos, demasiados, los que oscilamos entre la esperanza en el gobierno a veces y la rabia que generan sus expresiones, otras; entre la ilusión en la oposición, cuando se ilumina, y la frustración cotidiana, cuando transita su aburrida mediocridad.
No sé qué le impide al gobierno- al que nadie le cuestiona el manejo del poder- convocar al diálogo a sus adversarios, al menos a algunos, como para demostrar que también convive con los que no lo obedecen. Si fuera capaz de ciertos gestos que, aun cuando no le sirvieran para ganar, al menos le permitieran un final más tranquilo y una despedida madura…
Soñamos con una realidad en la que el gobierno y la oposición participen de una danza delicada y melodiosa; nos tocó, en cambio, este divorcio con alaridos y golpes bajos.
La oposición tiene demasiados jefes con escasez de ideas.
El gobierno tiene completo el espacio de los leales de la primera hora, para hacer política le falta ser capaz de incluir a los que no coinciden en todo.
El primero que rompa el gualicho y eleve la puntería tiene a su alcance una sociedad que lo necesita. De lo contrario, estará obligado a soportar este aburrido final.